9 de febrero de 1991. 22:00. Aún no he pisado el centro de la ciudad y ya estoy hastiado. Nunca he sido carnavalero. Estos días me muevo por instinto de rebaño, porque “todo el mundo está aquí”. Y tanto; hace años se propusieron batir no se cual record Guinnes de más gente disfrazada en un mismo punto. Y trajeron a la Cruz, Celia. La del azúcar. Para que amenizara el baile y congregara a más de 250.000 personas. Y parece que cada año ese es el reto. Aún no ha empezado y ya estoy cansado.
Son las diez y hemos quedado en encontrarnos todos en la puerta de Galerías Preciados. Está lo bastante céntrico como para que haya ambiente, pero a la suficiente distancia como para que no haya que llegar pisando gente. Y ahí estamos Enrique, Jorge y yo mismo. Hace pocos meses que hemos formado un grupo de rock. Junto con Julio, que ya debe de estar dando saltos en los kioskos. Un grupo de rock en Tenerife en 1991... bueno, al menos hemos juntado dos acordes de guitarra en lo que algún día será una canción. Tenemos la misma edad que U2 cuando empezaron. Ellos hablaban en inglés, y tenían a Thin Lizzy y bombas del IRA. Nosotros vivimos rodeados de salsa, tuvimos a Palmera y estamos lejos de todo. Bueno, al menos a las chicas les mola lo del batería rubio... eso me queda.
Son las diez y ya estoy tirado en el suelo viendo pasar a la gente disfrazada. Un osito, un payaso, una gitana (en realidad es un fulano disfrazado de gitana), una gatita, un tipo con un pañuelo en la cabeza... que raro, pañuelo en la cabeza, vaqueros remangados, botas militares... yo mismo visto así a menudo, pero ni loco se me ocurriría bajar así a la “capital mundial del carnaval”. Oigo un grito de Enrique “ESE TIPO ES THE EDGE!!!”; “JODER, QUE SON ELLOS!!!” (ayyyy, si no se llega a dar cuenta). Algo me ha puesto de pie. Yo no me he levantado; algo ha tirado de mi. Da igual, ya estoy corriendo hacia ese grupo tan llamativo. Como se puede destacar en mitad de una multitud disfrazada???, fácil, siendo “Dioses del Rock”..
Llegamos a su altura, y esto suena a coña. ¡¡¡Nos llegan por el hombro!!! Joder, si en todos los posters que tengo en la habitación, ¡¡¡son gigantes!!! Nosotros 3, con 16/17, pasamos largamente del metro ochenta (debe ser cosa del gofio), pero estos? ¡¡¡Si parecen niños!!! Da igual, alguien que ha compuesto Where the streets have no name, es gigante aunque no tenga piernas. En ese momento, debemos parecer una bandada de pollos sin cabeza. Intercambiamos pellizcos, gritamos, correteamos alrededor de ellos...
- Yo con voz temblorosa: “LARRY!!!, LARRY!!! I play drums too, and you are my teacher!!!” (gracias a mi querida profesora de inglés por tantos años de machaque)
- Jorge: “pero como le llamas Larry? No seas confianzudo...”
- “Y que quieres que le diga?, Mr Mullen...?”
Alguien sugiere que deberíamos conseguir papel y bolis. Nos repartimos tareas. Enrique permanece con ellos mientras Jorge y yo entramos en todos los bares de alrededor para pedir, solicitar... y terminar robando, bolígrafos y tacos de hojas. Da igual. Ya iremos a la cárcel mañana.
Volvemos donde el grupo y conseguimos que nos firmen los papelitos. Bono, Edge, Larry... Adam “dale la vuelta Adam, que el tuyo no cabe” (se acabó chapurrear en inglés). Hemos llegado a un restaurante, un asador vasco. Un tipo alto, coloradete y con el pelo blanco, nos para en seco,y nos dice muy amablemente que ahora van a cenar y que les dejemos tranquilos. Que esperemos a que salgan... YA TE DIGO YO SI VAMOS A ESPERAR!!!
Es momento de bajar de la nube. Creo que son las 22:20. Han sido los 20 minutos más intensos de toda mi puta vida. El corazón hace un rato que dejó de latir. Ahora parece que funciona de nuevo. Balbuceamos, nos miramos, nos abrazamos... acabamos de estar con los cuatro tipos irlandeses que seguimos desde hace un par de años que nos han marcado hasta el fondo de nuestro ADN.
En estas, Jorge se acuerda de Julio (momento clave por lo que vendría después). Para nosotros solo han sido 20 minutos, pero es como si hubieran sido toda la noche. Hay que ir a buscarle. De nuevo reparto de tareas. Enrique permanece en la puerta del asador y los otros dos, vamos a por el que falta. Debe de estar en los kioskos... joder, habrá que atravesar toda la Plaza España. 250.000 personas bailando y tratando de batir no se cual record Guinness otra vez.
Hay que correr. En carnavales, el tiempo de recorrer una distancia, se multiplica por 10. Son las 22:30. con suerte estaremos de vuelta a las 0:00 horas.
Nos lanzamos calle abajo. Para quién no la conozca Santa Cruz de Tenerife, es una ciudad que nace en el mar y termina montaña arriba. Tiene cuestas, algunas pronunciadas. En carnavales, en esa época, todo se concentraba en la Plaza de España. Se montaba un escenario gigantesco y se dejaba espacio para bailar, del tamaño de dos campos de fútbol. Bien, pues con todo eso, no cabía ni un alma. Las calles aledañas, también se colapsaban. Para avanzar, literalmente, había que empujar a gente bailando.
Al final llegamos a los kioskos. Es una zona en el extremo exterior de la plaza, donde las facultades montan “chiringuitos” para sacar fondos para sus viajes de fin de carrera. Es la zona habitual para estudiantes y con un poco de suerte, es un oasis sin música latina. No es difícil localizar a Julio. Hagan composición mental: disfraz de animal peludo, con calzones a rayas y un casco de vikingo, con unos cuernos de medio metro cada uno. A saber el nombre de la fantasía...
- Jorge: “Julio!!! tienes que venir con nosotros. Hemos visto a U2..."
- Julio: “dónde vas? Ven a tomarte una garimba, anda" (garimba=cerveza)
- Jorge:“En serio, vente con nosotros. Enrique está arriba montando guardia”
- Julio: “No jodas Jorge; salir de aquí para ver a unos fulanos disfrazados de U2”
Jorge lo coge de los hombros y le mira a los ojos: “son ellos...” A día de hoy me sigo preguntando como demonios Julio confió tanto en esas palabras. A mi me sigue pareciendo mentira y los acababa de ver.
Emprendemos el camino de regreso. No sabemos qué hora es. Atravesamos la zona de la verbena rápidamente y llegamos a una calle menos poblada. Vamos comentando todo lo ocurrido con el grupo y Julio empieza a ponerse nervioso: “hay que conseguir una foto!!!”. ¿Como lo hacemos? Es 1991. Los móviles son cajas de zapatos con un teléfono de pared enganchado. Nadie lleva cámaras al carnaval, por la falta de bolsillos y el riesgo de que te la roben...
Julio: “en la zona donde se ponen mis padres, suele haber fotógrafos profesionales, que hacen fotos y dejan tarjetas, para ir a buscarlas a su estudio al terminar las fiestas. Si convencemos a uno de estos, para que nos acompañe, estamos salvados”.
- “donde paran tus padres?”
- “Aquí mismo, estamos muy cerca”.
Efectivamente, hay varios fotógrafos. Cogemos al primero que vemos. Un señor mayor, de unos 50 y largos. Estoy seguro que no entiende ni una palabra de lo que le explicamos, pero me da la sensación de que la idea de salir del “mogollón”, le seduce. Hay que resolver dos cuestiones. Cuanto le vamos a pagar, para que le compense lo que va a perder de ganar esa noche. ¿Y si se puede fiar de 3 adolescentes aparentemente bebidos o drogados... o ambos? La segunda cuestión se resuelve con la mediación de la madre de Julio que le da su palabra. Y la de los honorarios, solo diré una cifra: 5000 pesetas. (Nota para los más jóvenes: 5000 pesetas son unos 30€, poca cosa hoy día. Pero hace 30 años, un cine valía 100pts, un coche 500.000 y un sueldo medio eran 60.000). Fotógrafo convencido. Ninguno tenemos 5000 pesetas, pero ya las conseguiremos.
Llegamos de nuevo donde el restaurante. Son las 23:30. Increíble. Lo que puede hacer la ilusión. Solo ha pasado una hora. El grupo sigue cenando y no ha salido nadie. Ahí empieza una ardua labor por parte de Julio para conseguir que el fotógrafo no se nos marche. El hombre desespera, porque ve que pasan las horas y con ellas la posibilidad de hacer caja. Igual las 5000 pesetas no son tanto dinero...
Por fin a eso de la 1:30 de la madrugada, se abre la puerta del restaurante y sale una sola persona, el más alto, un bajista... Adam sale completamente solo; parece algo molesto, con la ropa manchada de algún líquido. Pero no tiene ningún reparo en detenerse a hablar con nosotros, sacarse las fotos, darnos la mano y preguntarnos donde puede tomar algo. Con los nervios más templados y haciendo gala de nuestro inglés de colegio de pago, le indicamos que esa noche, toda la ciudad era un gran bar. Se enciende un cigarrillo y allá se va, nuestro Adam Clayton, completamente solo, en una ciudad que no conoce, atestada de gente y donde no se habla su idioma... que huevos!!!
De nuevo solos; de nuevo a convencer al pobre fotógrafo para que no se marche. Ya estamos a punto de subir nuestra apuesta a 10.000 pesetas cuando por fin se abren las puertas de par en par. Y ahí aparecen: Dennis Sheehan (el tipo del pelo blanco amable), Fintan Fitzgerald (que al principio pensamos que era el cantante de los Communards), Anton Corbijn... y Bono, y Larry, y The Edge. En todo su esplendor, sin prisas, sin gente, solo para nosotros. Bono se divierte al vernos. Evidentemente, le han dado al vino con ganas. Todos colorados, todos felices. Se colocan, nos colocan, posamos, posan. Anton nos hace fotos, Fintan nos hace fotos... y eso que nuestros disfraces a esa hora ya son puros trapos. Nos firman en la ropa, juguetean con nosotros (me pongo al lado de Larry y le digo “the drummers...; me mira desde allá abajo y me pone de cuclillas). Increíble, un sueño... te raptaría, chiquitín...
Deciden que ya era hora de empezar su fiesta. Nos despedimos de nuestro héroe/fotógrafo y los seguimos. Para nosotros todo esto ya es pura resaca. Larry cierra el grupo y no deja de mirarnos atravesado, así que decidimos dejarlos tranquilos mientras se hunden en la multitud. Total, son nuestros, nadie más los va a reconocer... (ilusos, nosotros y ellos).
La noche terminó ahí para mi. O eso creía. Julio volvió a los kioskos, con la promesa de beberse hasta el agua de la fuente. Nosotros tres, volvimos a nuestro “cuartel general”, para tratar de asimilar y grabar a fuego en nuestra memoria, toda la noche. Me esperaba una última sorpresa. La chica que me gustaba en el instituto, decidió que podía redondearme la velada regalándome sus labios... achtung baby, aunque aún no lo sabíamos.
El día siguiente se mueve en mi memoria entre trazos borrosos. Una resaca sin haber probado una gota del alcohol. La única vez en mi vida. Recuerdo una conversación telefónica con uno de mis hermanos más pequeños, que lloraba desconsolado por no haber estado ahí. Mis padres, habían decidido que ese año no había motivo para celebrar carnavales, porque se estaba librando la primera guerra del golfo. Así que se fueron a pasar unos días al sur de la isla.
Recuerdo ponerme el Rattle and Hum y tocar la batería toda la tarde...
La semana siguiente se desató la locura en la isla. Se corrió la voz de que se hospedaban en el hotel Mencey y todas las tardes nos congregábamos allí unas 100 personas. Apretones, empujones, fotos robadas, la guitarra de Julio firmada por Bono con un maravilloso “Brown guitar on fire”. Adam huidizo, Larry haciendo algún corte de manga (que crack, lo amo), Bono y Edge muy pacientes... Paul McGuinnes, un señor de color que se hospedaba en el hotel (no se porque, pero este hombre también firmó autógrafos), el Trabant, rumores de que Bono había comprado una casa en el norte, unas guitarras, una caja de batería, gente gente y más gente...
Y al final se fueron. U2 había estado en Tenerife una semana en plenos carnavales. Recogimos nuestras maravillosas fotos. La prueba de que habían sido nuestros; durante unas horas, solo para nosotros. Por cierto, que el fotógrafo intentó doblarnos el precio. Sin duda, ya se había enterado de quiénes eran aquellos guiris a quien había estado esperando durante horas. Mi último recuerdo, es una exposición de todo lo acontecido en esa noche, en clase de inglés. Por supuesto...
AJ Rankin, The Edge, Bono y Larry con nosotros
Con Adam Clayton
Otra toma más